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Háblale a tu hijo de sexualidad, protégelo

Lea la columna de la periodista y especialista en Educación para la Salud Pública, Lilly Rivera

La educación sexual sirve para que los seres humanos desde pequeños aprendan a conocer todas las partes de su cuerpo y cómo funcionan. Para que los niños se acepten, se exploren y se sientan a gusto con quiénes son y entiendan que son seres únicos y que nadie es mejor o peor que ellos.

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Para que los menores reconozcan cuándo es inapropiado que alguien los toque, se protejan y lo expresen de inmediato a sus encargados sin temor.

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Para que, a medida que vayan creciendo, sepan las conductas sexuales riesgosas y las eviten. Para que los padres hablen con normalidad con sus hijos, nietos o hasta bisnietos sobre sexualidad. Para que crezcan sanos y felices y disfruten todas sus etapas de desarrollo y vean la sexualidad como un asunto normal y hermoso en su vida.

¿Qué es sexo y qué es sexualidad?

“El sexo son las características biológicas que definen a los seres humanos como hombre o mujer. Estos conjuntos de características biológicas tienden a diferenciar a los humanos como hombres o mujeres, pero no son mutuamente excluyentes, ya que hay individuos que poseen ambos.

En el uso general de muchos idiomas, el término sexo se utiliza a menudo en el sentido de actividad sexual, aunque para usos técnicos, en el contexto de la sexualidad y los debates sobre salud sexual, se prefiere la definición anterior” (Organización Mundial de la Salud, OMS).

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“La sexualidad es un aspecto central del ser humano que está presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y los roles de género, la orientación sexual, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Se siente y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones. Si bien la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas ellas se experimentan o expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales” (OMS). Es decir, que la sexualidad varía de ser humano a ser humano.

La sexualidad tiene tres funciones principales:

1. La erótica – Desde pequeños sentimos placer. El erotismo dura toda la vida. Es la función por la cual empezamos nuestro encuentro íntimo con la sexualidad. Se manifiesta en todas nuestras etapas de desarrollo, incluida la vejez.

2. La reproductiva – En Puerto Rico, es la única en la que se enfocan, y esto deja ver una falta de educación sexual en los boricuas que provoca problemas prevenibles de conducta sexual e infelicidad.

3. La comunicación sexual – Es explorar qué le gusta a cada cual, y expresarlo verbalmente. Es conocer tus áreas erógenas, es tocarte tu clítoris, tus tetillas, o cualquier parte de tu cuerpo, y conocer cómo respondes y decirle con seguridad a tu pareja en dónde prefieres que te toquen y en dónde no.

¿A quién le toca educar sobre sexualidad?

En primera instancia, a los padres. Lee libros de anatomía o sexualidad, consulta al pediatra, urólogo, o visita alguna clínica de planificación familiar. Cualquiera con interés en educarse de forma correcta debe ir a una clínica de estas.

Enséñale a tu bebé cuando lo bañas los nombres de sus genitales. Así como pronuncias “vamos a lavarte las manitas o los pies” dile también “vamos a lavarte la vulva, el pene o los testículos”. Cuando conoces tu cuerpo, lo admiras, lo valoras, lo respetas y te das a respetar.

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Ni el cura ni el pastor ni tu representante o senador son fuentes infalibles de educación sexual. Los riesgos y consecuencias de la mala información sexual que muchos de ellos promulgan pueden propiciar el abuso sexual, los embarazos no deseados, el contagio de enfermedades de transmisión sexual y los pugilatos sexuales en la adultez. A parte de los padres, los trabajadores sociales, consejeros o psicólogos escolares y educadores pueden (algunos ya lo hacen) facilitar la educación sexual. Lo importante es que se haga sin juicio valorativo, con información confiable y que sepan escuchar y respetar a los menores.

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