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Maravillas de la Web: La red oscura

Lea la columna por el profesor Rafael Matos

Advertencia. Lea esta columna a su propio riesgo. Pueden surgir tentaciones para lanzarse en aventuras riesgosas entre los dominios más oscuros de la Internet.

La red profunda tiene mucho nombre, pero es un mismo “lugar” casi inaccesible, misterioso, poco navegable, depositario de contenidos prohibidos de todo tipo, en su mayoría confidenciales, otros clandestinos e ilegales. Se le conoce también como la Red Invisible, Web Profunda, el Hoyo Negro de la Internet o la Red Obscura.

Igual que el Infierno de Dante, contiene muchos círculos, en cuyos feudos pululan –no almas torturadas como en el libro del italiano– sino granujas virtuales.

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PROFUNDIDAD

Lo de “profundo” es un abstracto, pues sabemos que la Red no es honda, ancha, alta, ni finita. No tiene arriba, ni abajo. La Web es una colosal nube electrónica de datos digitales que permea toda la infraestructura de la Internet como un gigantesco fantasma cibernético.

Decimos “profunda” por aquello de darle una referencia de volumen al cerebro humano, acostumbrados como estamos a percibir los espacios de modo lineal, o al menos, en tres dimensiones. La Web, de hecho, es no-lineal. Es decir, navegable desde cualquier de los confines que la componen sin norte, sur, este u oeste.

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Pero imaginemos que la Red es abisal y liquida como una gran mar y sepamos que los que la usamos a diario, apenas nos zambullimos a tres pies de profundidad en ese hondo océano electrónico. De ahí para abajo, radica la Web invisible. Dicho de otra manera, los simples humanos sólo conocemos una tercera fracción de lo que existe en los abismos de la Red.

TINIEBLAS DIGITALES

En cultura de Internet, la Web Profunda es esa porción del ciberespacio a la cual no está indexada por los buscadores. ¿Por qué existe esa red invisible? ¿Qué hay ahí? ¿Quién la navega y cómo? Bueno, en ningún lugar del mundo existe un experto cartógrafo de la Red Obscura.

Principalmente, la red profunda comenzó como un colosal almacén de datos camufladas por una secuencia formidable de capas protectoras de seguridad digital. Los primeros moradores de la red invisible eran los jefes militares de Estados Unidos. Guardaban allí –en servidores poderosos– miles de bases de data sobre arsenales, armamentos, configuraciones de tropas, simulaciones de guerra, inventarios de misiles. etc.

Datos protegidos por complejos sistema de ciberseguridad militar. Una vez que la Internet pasó a manos civiles, –léase universidades– los científicos, profesores y los estudiantes doctorales guardaron en las profundidades sus documentos académicos. Los protegían con complicadas direcciones electrónicas que sólo ellos sabían descifrar.

COMERCIALIZACIÓN

Una vez se internacionalizó la Internet, los gobiernos, las embajadas. las agencias de seguridad como Interpol, CIA, Scotland Yard, KGB, y decenas más, enterraron sus data bajo llaves con cifrados tan complicados que para manejarlas, se necesitó una nueva especie de ingenieros, expertos en seguridad digital solamente. Incluimos en este grupo de almacenajes la tristemente famosa National Securirty Agency y sus investigaciones sobre seguridad interna en Estados Unidos, incluyendo ciudadanos particulares.

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Finalmente, a finales del siglo 20, la Web se comercializó a gran escala. Las corporaciones adquirieron servidores dedicados y fueron sepultando sus listas de clientes, números de tarjetas de crédito, informes contables confidenciales, etc., en los precipicios electrónicos más inaccesibles. Igual hicieron las instituciones médicas y las farmacéuticas con los datos de pacientes y los secretos de investigación biomédica. Un interesante desarrollo subsiguiente fue la creación de instituciones financieras virtuales en la Web profunda con monedas digitales como Bitcoin y otras llamadas “criptodivisas”.

Hasta ahora todo legal, con mucho anonimato, secretividad y clandestinaje oficial. En esencia, la Web Invisible era la parte más privada y discreta de la Internet. Pero… Llegaron los cibercriminales.

En un próximo escrito veremos en lado bien oscuro de esa red invisible.

Esta columna expresa solo el punto de vista de su autor. Rafael Matos es periodista y profesor de multimedios. Puedes contactarlo a través de cccrafael@gmail.com.

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