Voces Activas

Anoche soñé...

Lee la columna de la bloguera Uka Green

Anoche soñé que estaba en Marshalls, esa catedral a la que llegamos con el espíritu cantando desde el parking… “yo tengo un gozo en mi alma, gozo en mi alma…” y bien dispuestitos a diezmar. La puerta automática abría ante mi su boca ancha, lista para tragarse los feligreses y creyentes de que ese marshalleo intenso es la cura instantánea para los pesares del cuerpo y las dolamas del alma.

En ese sueño, que tenía un look and feel como de neblina espesa, me encontraba en el pasillo principal de la tienda —el único ancho que tiene por el tráfico de gente— y desde una esquina divisaba a mi marido, quien me devolvía la mirada y corría hacia mí en slow motion. Nuestros cuerpos —ambos rechonchetos— se juntaban desbordantes de júbilo… entonces él me levantaba por la cintura —bueno, por el torso, porque de cintura no me queda
nada— y yo allá arriba, liviana (que es mi sueño coño, así que puedo estar livianita como plumita) con los brazos extendidos hacia el cielo, dando pelo, dando pelo, mientras él me daba vueltas a cámara lenta y yo me mantenía con la cabeza echada hacia atrás y en el rostro la más grande de las sonrisas.

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Tan pronto me depositó suavemente en el suelo —ya les expliqué que estaba liviana— corrí hacia las góndolas de calzado, en trance, respirando ese olor a suela, a cuero. En mis ojos no cabían tantas maravillas…. mocasines, estiletos, tennis blinblineadas… y de repente, entre un par y otro de la fila de los 8 1/2 unos Giuseppitos Zanotti esperando por mi, fantásticos, estupendos. Justo al lado cientos de carterones, mochilas, cross bodies, y al finalizar la fila la desembocadura hacia esas estanterías rebosantes de potingues, maquillajes, perfumes y hasta pestañas.

Un gemido de placer se escapó de mi interior al llegar al espacio designado para las cosas del hogar, cosas que no necesito pero necesito, ¿entienden? Ollas, vasos de cristal, bolitas para congelar y meterle al whiskey, copas para mi cavita, cuatrocientos treinta y ocho estilos de tenedores, cuchillos, coladores, placemats, platones de cerámica blanca, avechuchos para retirar las pepas de la china… velas de olor… anyway velas y más velas de vainilla, lavanda (las que apestan a pacholí no tienen cupo en mi sueño) y a su lado libretitas, lapicitos y tarjetitas en ese sendero hacia los muebles, ese espacio atiborrado de mesas, sillas, espejos, lámparas, cuadros de flores, caballos, caracoles y esos de corte moderno que tienen mensajes escritos en distintos estilos de tipografías.

La parte de los panties y brassieres la brinqué porque es aburrida y a la de los artefactos de ejercicios le saqué el cuerpo, pero no así a la de las cientos de sábanas, toallas, colchas y edredones—hacinados todos en las tablillas designadas— que me permiten cambiar la decoración del cuarto por $89.99 cada vez que me da la gana. Corrí pasillo abajo por el área de niños dejándola pendiente para más adelante, cuando tenga nietos. Igual quedó en stand by la de ropa de hombre, esa se la dejo a Noro pa su sueño.

Los aparatos redondos y giratorios de los que cuelga la ropa de mujer se presentaron ante mi como los pájaros inmensos y coloridos de Avatar, con batolones espectaculares a $9.99, ropa de invierno marcada a precio de pescao abombao con ticket amarillo. No sé por qué compro tanto abrigo en este clima tropical, pero bueno, que se joda, el closet es mío y compro lo que me venga en gana.

Mi carrito pesa, está a punto de reventar, pero es imposible esquivar las chucherías de la fila hacia la caja registradora, avechuchos para las cejas, almohadillas, bolsas estampadas, carritos de cristal y espejuelos amigas mías, espejuelos en paquetes de “a tres”, vaya, la cherry on top of the pie.

Entonces escucho, a lo lejos, ejos, jos, os, que mi marido rebuzna…de su boquita santa brota un ronquido en tono grave, tan sonoro que me trae de vuelta en el sueño, que me empuja por un túnel de regreso por las góndolas….gangarrias….potingues….zapatos…. Abro los ojos y enfrento la realidad de un día más de encierro. Ya habrá tiempo para marshallear.

Esta columna expresa solo el punto de vista de su autor. Uka Green es publicista y bloguera. Puedes contactarla a través de su página de Facebook: Uka Green o visita su blog Cincuentaytantos.

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