Me cabrea esa tienda de productos para la piel. Pero es que me cabrea. Te agarran afuera para darte unas muestras y te dicen que entres para darte otra. Ya me conozco el cuento, pero soy tonta, tonta y fan de los potingues y las cremas.
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Le digo que no puedo, que tengo prisa, pero me da pena (ya les digo, soy tonta) porque alguien me dijo que los dependientes son todos de Israel y pienso en el trabajo que pasaron sus antepasados en su camino hacia la Tierra Prometida, el acoso, el sufrimiento, las luchas, y entro.
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Entonces me recibe un joven en cuya camisa debía tener guardadas las alas, porque parecía un mismísimo ángel, bello, bellísimo, de esos que se peinan el cabello en un rabito bien subidito, vestido de negro hiper chic. Me dice que me siente y sé que me he jodido, que gastaré cien pesos en un potaje que no necesito tal y como me pasó una vez en Beltz Outlet, que de pendeja pena me gasté un billete en un avechucho para brillar uñas… sí amigas, para brillar uñas.
Le digo que no puedo sentarme, que tengo prisa y que se lo había dicho a la muchacha en la puerta. El me habla con voz un tantito ruda, vamos, que me dio una orden: “si no se sienta no le doy la muestra”. Siento en mi corazón unas ganas inmensas de mandarle al carajo, visualizo las letras subiendo por mi garganta, atropellándose entre los dientes y la lengua. Respiro profundo y lo miro tan hermoso, tan lindo, con esas ciento y piquito de libras tan bien llevadas, tan perfectamente puestesitas. Mi ser interior, completito y de ciento y pocote de libritas (el pico es largo) me dicta que lo mande al carajo, que le pregunte si me ve cara de pendeja, que le diga que voy a llamar al que esté de turno en DACO, que le acuse de engaño coño porque sé, sé, sé que quiere atosigarme cuanto pote venden en esa tienda, sueros para batallar las arrugas, tónicos desinfectantes, es más, hasta otro avechucho de brillar uñas que deben tener escondido en el almacén.
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Pero pienso nuevamente en sus antepasados, en la Tierra Prometida….. Voy viviendo estos siete meses del año siendo una niña buena, portadita. Eso sí, como me enteré que no son israelíes y que son gringos, griegos o irlandeses regreso a mandarle al carajo, al mismísimo carajo.
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Esta columna expresa solo el punto de vista de su autor. Uka Green es publicista y bloguera. Puedes contactarla a través de su página de Facebook: Uka Green o visita su blog Cincuentaytantos.