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Maravillas de la Web: Diseño de la nube digital

Lea la columna del profesor Rafael Matos

Los cibernautas que nos gusta acumular muchos archivos, igual que los tereques en la buhardilla, siempre tenemos la opción de colocar los bártulos digitales en la nube.

Pero, ¿qué es la nube electrónica? ¿Dónde ubica? ¿Es una lugar seguro?

En definición sencilla la nube electrónica es algo como la totalidad de todas los servidores (memorias digitales) esparcidos por todo la enorme red global de la Internet. Es lo que se conoce como la Web 2.0, la red de contenidos de segunda generación creada por todos nosotros.

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Es decir, no es un solo lugar virtual, sino miles y miles de memorias electrónicas interconectadas por donde fluyen todos los millones de datos, textos, fotos, videos y sonidos digitales que genera la humanidad.

Muchas empresas internacionales guardan sus datos en esa enorme depósito de modo que los puedan accesar desde cualquier país donde hacen negocios, a través de varios portales de seguridad. Esa data empresarial y financiera está enterrada en unas especies de cajas de seguridad digitales en los más adentro de la red profunda.

En el caso de los usuarios individuales o de pequeños negocios, se abre una cuenta con un proveedor de almacenaje y se le paga una tarifa mensual, proporcional al volumen de datos guardados. Algunos guardan fotos y documentos gratis, como Dropbox, Google Drive, Picasa o Flickr, pero por cantidades limitadas.

El nombre oficial de este servicio es cloud computing. Investigaciones académicas indican que más de un 57 por ciento de los usuarios de la Internet desconocemos los fundamentos de la nube digital. Examinemos algunas ventajas y desventajas de esta nueva tecnología.

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La computación en la nube consiste ahora en acceder o guardar todo tipo de softwares o documentos que antes reteníamos en le memoria permanente nuestras máquinas de mesa. Liberamos así mucha memoria electrónica en nuestras PC para las poderosas funciones que realizan los ágiles ordenadores de estos tiempos.

Esos software son están colocados en servidores de la Internet diseñados y dedicados para cada especialidad y sus manejadores se esfuerzan de que sean estables y seguros. En realidad, la computación en la nube no es nada más ni menos que una metáfora para la Internet del siglo 21. Hablar de la “nube”, es hablar del viejo ciberespacio del siglo 20 en términos más glorificados. Adoptar esa metáfora tiene, pues, sus ventajas y desventajas. Veamos lo positivo.

La computadoras se ponen obsoletos y deprecian con demasiada prontitud en estos tiempos de tecnología tan dinámica. Hay que añadir a estos gastos las licencias de uso para los programados.

Conectarse a la nube permite acceder a múltiples paquetes cibernéticos actualizados como contabilidad, correo, telefonía Web, nómina, inventario, mercadeo, productividad, almacenaje de fotos, récords médicos, documentos, etc., todo por un pago fijo mensual. Entre más programas alquilados se accede, más cuesta.

Una de las ventajas “glamorosas” de la nube cibernética es que cada usuario tiene el mismo acceso a programados de alto nivel y complejos que una empresa multinacional. Una ventaja más práctica es que se puede trabajar desde la casa o en la carretera, siempre que se tenga la capacidad de conectarse a la Internet por medios móviles.

De igual modo, la preciada data personal o profesional está a salvo de los cacos, inundaciones, incendio o sabotajes de cibercriminales, por estar muy lejos del estupro y los proverbiales “acts of God”, allá lejos y seguro en la nube. Es decir, sus datos son menos vulnerable a los estertores de la mala suerte o la maldad.

Una desventaja es que hay que tener una PC moderna y buen ancho de banda para viajar a la nube. Y por supuesto, hay ciberpiratas tan diestros que pueden acceder a los servidores más protegidos, como en el sonado caso de Wikileaks.

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Finalmente, uno de los óbices para la aceptación plena de la nube digital es el inevitable sentimiento –algo paranoide– de saber que la preciada, intima y discreta información personal puede “manoseada” por extranjeros y desconocidos en algún rincón del ciberespacio.

Nada, que al fin, si irse o no a la nube es un acto de fe o de cumplir el afán de querer aventurarse a las nueva fronteras del ciberespacio. Usted decida.

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