El espacio es un entorno hostil para los astronautas, con desafíos que van desde la pérdida de masa muscular y ósea hasta la acumulación de líquidos en la parte superior del cuerpo. Sin embargo, uno de los aspectos menos discutidos pero igualmente cruciales de la salud en el espacio es el sueño.
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En la Estación Espacial Internacional (ISS), donde no existen los ciclos naturales de día y noche, el sueño de los astronautas se ve afectado de manera significativa. ¿Cómo los científicos están trabajando para mejorar la calidad del sueño de los astronautas en el espacio?
La clave de los ritmos circadianos
En la Tierra, como explica Slash Gear, nuestros patrones de sueño están fuertemente influenciados por los ritmos circadianos, un ciclo de 24 horas que regula numerosas funciones corporales, como la temperatura corporal, los niveles hormonales y el apetito. Estos ritmos son impulsados por señales ambientales, como la luz y la oscuridad. Cuando hay luz, nuestro cuerpo se siente alerta; cuando está oscuro, se prepara para dormir.
Sin embargo, en el espacio, no existe un ciclo diario natural. Para abordar este problema, la ISS sigue la hora media de Greenwich, creando una rutina artificial en la que los astronautas se despiertan y se acuestan a horas predefinidas. A pesar de esto, los investigadores buscan formas de mejorar la calidad del sueño en este ambiente único.
Una de las ideas es utilizar iluminación que simule diferentes momentos del día, como un suave resplandor rojo para la noche y un brillo azul brillante para la mañana.
Andreas Mogensen, astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA), llevará a cabo un experimento llamado “Luz Circadiana” para evaluar si la luz variable puede mejorar la calidad del sueño en la ISS. Este experimento incluye cambios en el color y la intensidad de la luz para simular diferentes condiciones de iluminación, desde un día claro y soleado hasta un día nublado. El objetivo es crear una experiencia más variada en un entorno que, de lo contrario, sería monótono.
Dormir en microgravedad
Además de los ritmos circadianos y la iluminación, los astronautas enfrentan desafíos prácticos al intentar dormir en condiciones de microgravedad.
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Por lo general, duermen en sacos de dormir que están sujetos a las paredes para evitar flotar durante la noche. Esta forma de dormir es diferente a lo que experimentamos en la Tierra, ya que en el espacio no hay una dirección “abajo” debido a la falta de gravedad significativa.
Para comprender cómo esto afecta al sueño, se han utilizado gorros de electroencefalograma (EEG) para medir la actividad cerebral de los astronautas. Sin embargo, estos gorros voluminosos y con cables incómodos a menudo dificultan el sueño. Ahora se están probando dispositivos EEG internos más pequeños y cómodos para evaluar la calidad del sueño en el espacio.
Los científicos están comprometidos en mejorar el sueño de los astronautas en el espacio, reconociendo su importancia para la salud física y mental de los exploradores espaciales. A través de la investigación y la innovación en iluminación y tecnología de medición del sueño, buscan garantizar que los astronautas descansen adecuadamente.