Algún tiempo atrás: la vida de Gustavo Cerati a través de la historia

Hablamos con Sergio Marchi, periodista y editor argentino, que lanzó la biografía del músico de Soda Stereo.

8 preguntas para Sergio Marchi:

Periodista y editor argentino que lanzó la biografía del músico de Soda Stereo.

¿Cómo fue vivir esa época del ascenso de Soda Stereo y Gustavo Cerati en la escena latinoamericana?

—Los conocí siendo una banda nueva y, sinceramente, no me llamaron demasiado la atención, pero cuando los volví a ver, me pareció que eran muy profesionales, que tenían un muy buen audio, que sonaban bien.

Al principio, el foco de la atención era Charly Alberti, que tocaba vistoso, que era lindo. Gustavo y Zeta eran los que lo acompañaban en un punto, pero obviamente, Gustavo era el que cantaba y componía. Después, ya para el segundo disco, hicieron un salto de calidad asombroso y el tercero fue aún mejor y ahí es donde comienzan a salir a Latinoamérica.

Por las comunicaciones de la época, yo trabajando en una revista que se llamaba Rock and Pop, y donde también dependíamos de la radio, yo siendo el director de la revista, me di cuenta de que cuando ponía a la banda en la portada, el número se agotaba, así que Soda era una asidua de nuestra revista. Luego vi todo su crecimiento, más no la conquista de toda Latinoamérica. Luego vi cómo resolvieron sus problemas y con Gustavo tenía mucha expectativa, pero a la vez no tenía ninguna duda de que iba a hacer algo muy bueno y que iba a tener una carrera solista excelente.

Usted dice que para ser un gran músico hay que trabajar, como Gustavo lo hacía todo el tiempo, pero que él no parecía trabajando. ¿Qué tenía para impactar y cambiar la música en Latinoamérica?

—Primero, el talento. El talento es algo que vos podés desarrollar. Gustavo lo hizo, claro pero el talento también es algo que te viene, que vos tenés una facilidad en ti. Tenés una conexión natural con la música y tenés un modo de ser, que es curioso, que es inconformista. Todo eso, más el trabajo que le puso a Gustavo, dieron por resultado un talento musical impresionante para que él fuera lo que fue. Ahora, el talento solo no alcanza, se acompaña con el trabajo. Un jugador talentoso en el medio de la cancha, si no le pasan la pelota es intrascendente. Si juega en equipo es mucho mejor y hace mejor al equipo. Creo que Gustavo entendía un poco eso.

¿Cómo era él personalmente y por qué se interesó en él para escribir este libro?

—Personalmente, a Gustavo yo lo sentía como si fuera un chico de otro barrio, y teníamos esa cosa que te da el ser contemporáneo, ser de la misma generación. Por eso me parecía interesante para un libro, porque siempre las biografías que hago las escribo sobre la gente que admiro y, aparte, veía su progreso, no tenía techo. No encontraba un límite.

¿Qué fue en su opinión lo que los hizo tener un sonido tan único, y luego a Gustavo solo, en plena era del auge del reguetón?

—Creo que Gustavo y el reguetón eran polos opuestos y adiós. Gracias a Dios que eran polos opuestos.

Por otro lado, me parece que Gustavo siempre tuvo una personalidad muy firme musicalmente y, a la vez, era un curioso que buscaba saber en qué estaba el mundo, pero no para copiarlos, sino para asimilarlo y después procesarlo por sus dedos, por su cabeza y sacar un producto que fuera auténticamente suyo.

Y bueno, muchos dicen que él era un genio. ¿En sus palabras, qué significa serlo?

—No me cabe la menor duda de que lo era, pero lo que pasa es que muchas veces el genio estereotipado es aquel que tiene ocurrencias todo el tiempo y que tiene como una especie de conexión divina. Y, para mí, el genio que trabaja es doblemente genio y Gustavo era de esos que no se cansaban, que siempre buscaban rumbos nuevos, que como buen alumno de Luis Alberto Spinetta, no se quedaba en la fórmula que encontraba y le daba éxito, sino que siempre estaba buscando algo nuevo que ofrecer. Bueno, los genios marcan caminos. Los genios son los que logran formas nuevas dentro de la música y los que unen mundos diversos, y Gustavo responde a todas esas características.

Siendo así, ¿cómo definiría el legado que dejó Soda Stereo y Gustavo Cerati para la cultura de Latinoamérica en los últimos 30 años?

—Creo que dejó un legado de buena costura, de canciones bien hechas, que suenan a rock, que a veces no suenan a rock, pero que están dentro de ese estilo que dejó la vara altísima, porque siempre el sonido que Soda y Gustavo lograban era de primerísima calidad. Mostró que la calidad puede ser exitosa y no solo una fórmula para mover el trasero solamente. Gustavo probó que se puede ser masivo con esta fórmula.

¿Cómo cree que se reinventó Gustavo?

—Es que eso no tiene una explicación desde el punto de vista formal, eso es producto también a veces del azar. Buscaba una cosa, encontraba otra y vio que esa otra cosa sirve más. Gustavo era un maestro en eso. También es un poco el descubrimiento de que en una tierra tan remota como Argentina, mucha gente se maravillaba de que al sur del mundo pudiera existir una música que casi no tenía nada que envidiarle a la del norte, entonces tenemos un Gustavo Cerati, un Charly García, tenemos un Luis Alberto Spinetta, a mucha gente talentosa.

¿Por qué Argentina fue la que impulsó toda esta revolución cultural del rock latinoamericano?

—Me parece que es porque nosotros, en los años sesenta, aprendimos a dominar el castellano y hacer que un idioma tan duro suene tan musical como el inglés para el rock. Fue una victoria del principio, cuando todas las compañías decían que el rock en español era imposible.

Entonces, cantar en castellano no era imposible, era muy difícil, pero acá tuvimos talentos como Litto Nebbia, Spinetta, Javier Martínez. Todos le dan una entonación al castellano y nos da una identidad antes que los españoles.

En México, el rock fue prohibido y eso les corta las piernas, pero nosotros logramos algo original muy temprano y se desarrolló una cultura que da lugar a que aparezca un grupo como Soda Stereo, que a la vez despertó el rock en toda Latinoamérica.

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