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Abuelos que crían ahora también son maestros

El COVID-19 lleva a los abuelos cuidadores a enfrentar sin remedio los retos de la educación en línea con sus nietos, y todas las tareas extras que conlleva estar a su cargo todo el día.

DESDE EL CPI

Estar sentado en un pupitre. Mirar la pizarra, llena de números y palabras. Anotar la fecha en el lado superior derecho de la libreta. Mirar hacia al lado y saludar al compañero de clases.

Ahora, todo es diferente para miles de estudiantes que han pasado de ocupar los salones de clase a estudiar desde las casas de sus abuelos y observar desde una pantalla a sus maestros. El lápiz ahora es un teclado. Una mascarilla es parte de su uniforme, y el desinfectante de manos su escudo para proteger a sus cuidadores.

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“El miedo es que un descuido tuyo pueda hacer que tus hijos se enfermen, en este caso tus nietos, pero, a la misma vez, te enfermes tú y enfermes a los tuyos. Esto es una cadena. Ese coronavirus ha venido a traer, en esta población de abuelos, una presión emocional más fuerte”, compartió Natividad Flores Velázquez, una puertorriqueña de 61 años que cumple tres papeles: madre, padre y abuela de dos adolescentes.

“Nati”, como le llaman con cariño sus familiares, tiene bajo su tutela a sus dos nietos, de 15 y 18 años, desde que su hija murió en un accidente en su casa, hace una década. Igualmente, está a cargo de su padre de 90 años y su madre de 85, que viven al lado de su hogar. El de 15 estudia en la Escuela Vocacional República de Costa Rica y el de 18 se acaba de graduar de cuarto año.

La residente de Aguas Buenas siente un miedo inmenso de contagiarse con el coronavirus si reabren las escuelas. Esto significaría poner en riesgo a sus padres, que son parte de la población más vulnerable, y dejar a sus nietos solos en caso de enfermarse.

Natividad es una de los más de 26,600 abuelos en Puerto Rico que están a cargo de las necesidades de alrededor de 33,900 menores, según un estudio del Instituto para el Desarrollo de la Juventud que toma datos de la Encuesta sobre la Comunidad de 2018 que realiza el Censo de EE.UU. La población de niños en la Isla ronda en los 594, 011.

Hay sobre 74,100 abuelos que viven con sus nietos, y se estima que son más de 82,400 niños y adolescentes quienes comparten casa con ellos, según la encuesta. En la mayoría de los casos, son hogares con tres generaciones.

Si el abuelo cuidador de un niño sufre por el virus, ¿quién estará al mando? Los síntomas de la enfermedad podrían conllevar a una hospitalización inmediata o, en los peores casos, la muerte. En Puerto Rico, siete de cada 10 muertes por COVID-19 corresponde a mayores de 60 años. A finales de julio, el 75% de los fallecimientos a causa del virus eran de adultos de edad avanzada.

Para el 28 de septiembre, 2,989 (12.6%) casos confirmados por COVID-19 correspondían a menores de 19 años y 4,778 (20.1%) a mayores de 60 años.

“A medida que van pasando los días, el ser humano se va sintiendo más seguro. En la seguridad es donde vienen los descuidos. Quizás las primeras dos semanas mi niño [el menor] no esté contagiado, pero, en la tercera semana, venga un brote. Yo no quiero que en ese brote de contagios caiga el mío”, dijo Natividad.

Al su nieto mayor cumplir 18 años y dejar de recibir el seguro social, Natividad tuvo que comenzar a trabajar como cuidadora de una señora encamada, de 83 años, para sufragar los gastos de luz eléctrica, un auto, comida y demás necesidades en su casa, agravadas por la pandemia.

“Lamentablemente, al ver que mi niño ya no lo tenía [el beneficio económico federal], al verme que necesito tener internet, dije: ‘No hay de otra. Yo tengo que salir a conseguir un trabajo para que mis niños tengan todo lo que necesiten’”, narró.

Foto por Esteban Morales Neris | Centro de Periodismo Investigativo Fotografía de Natividad con sus nietos de pequeños, junto la imagen de su hija.

La limitación de la tecnología en la educación en línea

Al no poder asistir a los planteles escolares, la educación de los niños ha tenido que migrar a plataformas digitales y en línea. A raíz de esta transformación, madres, padres, abuelos y tutores han tenido que capacitarse para poder ayudar a los menores en sus procesos de aprendizaje. El cambio ha afectado a gran escala a la población de edad avanzada, que en su mayoría son los que están a cargo de los jóvenes mientras sus padres trabajan.

Natividad argumentó que las limitaciones económicas y educativas afectan a la población de abuelos y más ahora que todo es tecnológico.

“A los jóvenes se les hace mucho más fácil, pero al que es como yo, no. Las clases son virtuales. Estás en una incertidumbre si no tienes internet, si en tu casa la señal no es buena y si no tienes los equipos. Muchas veces, son ellos los que me explican las cosas a mí”, señaló Natividad.

Solo 54% de los hogares en Puerto Rico cuentan con acceso a internet y 62% tienen una computadora, según la Encuesta de la Comunidad de 2013-2017.

Su nieto mayor, William Haddock Ocasio, tiene que conectarse a sus clases a través del teléfono que le regaló su tío porque, aunque tiene computadora, no hay internet en la casa. Todas las tareas las tiene que redactar en un celular que mide menos de seis pulgadas.

“No me gusta porque me gusta tener un teclado grande. Mis manos son grandes y es un teléfono chiquito”, contó William.

Gladys Fontanez, de 67 años, tiene la custodia permanente de su nieto de 15 años desde que nació ya que su hija ha tenido problemas y el padre del niño no ha estado presente.

“Yo tengo que hacer todo, porque yo estoy sola. Estamos los dos solitos. A veces [estoy] un poquito apretada, pero me puedo defender”, contó sobre su rutina tras la pandemia.

Gladys dice que en varias ocasiones no ha comprendido alguna tarea y ha tenido que recurrir a un familiar o amigo para que le expliquen a su nieto. “Con la realidad que estamos viviendo hay que aceptar que sea virtual”, sostuvo.

“Me desespero mucho porque uno quiere ayudar y no puede. Lo de ahora es bien diferente a lo de antes. He mejorado un poquito. Me he puesto brava. Me he dicho: ‘Tengo que aprender’. Aunque sea un poco, pero tengo que aprender”, mencionó Gladys.

El director de la Escuela Graduada de Ciencias y Tecnologías de la Información de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Jose Sánchez Lugo, aseveró que las plataformas tecnológicas que está utilizando el Departamento de Educación son complejas para esta población, más aún cuando los equipos son cada vez más sofisticados.

“El desarrollo tecnológico es imparable. Es vertiginoso. No pide permiso. Irrumpe y desarticula las cosas que ya estaban establecidas. Quien no está preparado para ese proceso, se siente bastante perdido”, señaló el catedrático.

“El problema es la inconsistencia que siempre ocurre en estos procesos de integración de tecnología y la sustitución de una tecnología por otra, sin una planificación sólida; sin una mirada a los abuelos; sin un análisis de cómo esa innovación se debe ir, paulatinamente, desplazando en una organización tan compleja como el Departamento de Educación”, reclamo Sánchez Lugo.

Luis, que tiene otro nombre y prefiere que se proteja su identidad, es un abuelo de 68 años que cuida de sus tres niños. Los tiene bajo su cargo desde el 2014, ya que su hijo está confinado en Estados Unidos y la mamá ha estado ausente. Para él, la carga ha sido pesada ya que tiene que dividir sus días y multiplicar sus conocimientos para poder ayudar a sus pequeños en las tareas escolares de su colegio.

“Yo no estaba acostumbrado a eso. Domino la computadora. Sin embargo, dominar la computadora es una cosa, pero dominar ciertas tecnologías diferentes es otra. El reto me llevó a cierta molestia y frustraciones. Y, a la misma vez, bregar con los niños no fue muy fácil”, expresó.

Don Luis atiende las asignaciones de su nieto menor, de nueve años, los lunes, miércoles y viernes. Mientras, los martes, jueves y sábados, el abuelo ayuda a la chica del medio, de 11. La hermana más grande, de 13, estudia sola, y auxilia a sus hermanos y abuelo cuando tienen alguna dificultad con la tecnología.

“Yo dividí los días en la semana porque no podía. Al principio, trataba de hacer las cosas el mismo día, pero se me hacía muy difícil. Me creaba mucho estrés y mucha tensión”, sostuvo.

Al mismo tiempo, el sexagenario está pendiente de hacer las compras del supermercado, las tareas del hogar e ir a sus citas médicas, las de los tres pequeños y las de su esposa de 66 años, paciente de fibromialgia y otras condiciones.

Sánchez Lugo explicó que la mayoría de los abuelos no tienen los recursos cognitivos y destrezas para manejar rápidamente los equipos. “Esto les provoca una ansiedad extraordinaria”, añadió el experto en tecnología educativa.

El 29% de los abuelos que viven con y están a cargo de las necesidades básicas de sus nietos tienen al menos una discapacidad física o cognitiva, según la Encuesta sobre la Comunidad de 2018.

“Llevo muchos años dando clases y llevando experiencias educativas a personas de la tercera edad, gente como yo, y es algo tan sencillo como la destreza de usar el mouse. A las personas de edad avanzada se les hace bien difícil porque eso implica una coordinación motora y visual que ya van perdiendo”, explicó Sánchez Lugo.

Son la primera y única opción de la mayoría de los niños

La cifra de esta población en riesgo se triplica si se consideran todos los abuelos que han venido a fungir el papel de cuidadores con la pandemia tras cerrar los cuidos y escuelas, según la gerente de Estadísticas del Instituto para el Desarrollo de la Juventud, Caridad Arroyo Quijano. Son miles las madres y padres en Puerto Rico que, debido a su trabajo durante el día, tienen que dejar a sus hijos en la casa de sus abuelos.

En la Escuela Martin G. Brumbaugh de Santa Isabel, la maestra Ruth Haleyra Santiago Morales realizó un estudio de necesidades con sus alumnos de tercer grado, mucho antes de que el Departamento de Educación distribuyera el suyo. Entrevistó a 24 de 25 alumnos.

En la encuesta, la maestra les preguntó a los padres quién estaría con el estudiante mientras tomaba sus clases en línea. “Encontré que siete de los 24 (29.1%) van a estar a cargo de sus abuelos”, indicó. La mayoría de las madres compartieron que los abuelos no dominaban la tecnología, pero debido a su trabajo, los tenían que dejar a su cuido.

“Me preocupa si estoy trabajando, cuando sea clase virtual, porque la abuela no es muy tecnológica, y es la que me los cuida. La hermana mayor lo podría ayudar, si no tiene clase virtual al mismo tiempo que él”, respondió una mamá en el cuestionario.

Los resultados de la encuesta revelaron que solo tres padres de 24 (12%) habían tomado los talleres de Microsoft Teams, plataforma que utiliza el Departamento de Educación para dar clases. Además, nueve (37.5%) de los participantes respondieron que no cuentan con algún dispositivo en el hogar para conectarse. Solo una madre cuenta con computadora (4.2%), seis tienen tableta (25%) y los demás se conectarán por los celulares (70.8%).

“Yo nos los puedo obligar a bajar una plataforma que consume mucho espacio en la computadora y que ellos no saben utilizar. No tan solo eso, si no que no tienen las computadoras. Crea un estrés bien grande en los padres y en los abuelos, que también se han comunicado conmigo porque sienten que no son los mejores recursos para poder ayudar a sus nietos en este proceso” explicó Santiago Morales.

Hasta mediados de septiembre, el Departamento de Educación había entregado 88,260 computadoras (31.3%) a una matrícula de 281,577, compartió el secretario del Departamento de Educación, Eligio Hernández, en entrevista radial por 11Q.

Foto por Esteban Morales Neris | Centro de Periodismo Investigativo Aunque ya William recibió su computadora del Departamento de Educación, aún tiene que conectarse desde el teléfono porque no tiene internet en la casa.

La maestra de Español contó que ha tenido que dividir sus días con sus estudiantes, y hasta ofrecer clases en la noche, porque la mayoría de los padres trabajan en fincas en Santa Isabel y se tienen que llevar a los menores durante el día.

Dos de sus estudiantes, de siete y ocho años, enfrentan la situación de que su madre, Zuleyka De Jesús Muñoz, tuvo que emigrar a Estados Unidos para buscar un empleo temporal en una fábrica y así poder mandar dinero a sus padres y sufragar los gastos del hogar. Los abuelos de las niñas, de 64 y 60, también están a cargo del hermanito, de cinco años, y de su sobrino, un adolescente de 15. La abuela trabaja, además.

De Jesús Muñoz espera regresar en unos meses a Puerto Rico, y con el dinero ahorrado, alquilar un apartamento para estar con sus tres hijos mientras encuentra otro trabajo aquí.  Actualmente, su cuñada, la pareja de su hermano, ayuda a sus padres con las tareas de la escuela de los niños.

“Yo tomé esta decisión porque en Puerto Rico se me hizo difícil encontrar trabajo. No cuento con la ayuda de los papás de mis hijos económicamente. […] No me los llevé por el coronavirus. No quise arriesgarlos. Yo me estoy quedando en un hotel. No tengo donde tenerlos seguros porque apenas estoy trabajando. Además, no tendría con quien dejarlos acá. Hablé con mis papás, y ellos dijeron que no había ningún problema”, narró la madre de 28 años por teléfono.

De Jesús Muñoz recalcó en varias ocasiones durante la entrevista que la situación es temporera y que llama a los niños todos los días para saber de sus tareas. “Estoy pendiente al grupo, a los maestros y a los emails de la escuela. No estaré mucho tiempo por acá porque no los quiero dejar solos tanto tiempo”, añadió.

Igualmente, dijo que recientemente les compró y envió dos computadoras y un router, para maximizar el internet en su casa, ya que no tenían el equipo, y quería que sus hijos pudiesen conectarse. Invirtió alrededor de $800 entre todos los materiales.

“Desde que empezó la pandemia, el Departamento de Educación hubiera tomado la iniciativa de enviar a tiempo dispositivos porque hay personas que no tienen los recursos necesarios para comprar computadoras o un teléfono inteligente para que sus hijos se comuniquen con sus maestros”, declaró.

María Delgado, de 56 años, es la encargada de cuidar a su nietos, de 8 y 10, mientras su hija trabaja durante el día. La abuela dijo que el reto más difícil con los niños fue acostumbrarlos a las medidas de precaución y mantenerlos encerrados. “Mi hija trabaja en un supermercado. Está en alto riesgo todo el tiempo. Tuve que enseñarles que no podían darle un beso tan pronto llegara”, añadió.

La abuela, quien tuvo que reconstruir su casa después del paso del huracán María en 2017, siempre ha ayudado a su hija con el cuidado de los niños. Ahora con la pandemia, pasa alrededor de ocho a 10 horas al día con los menores estudiando y cuidando de ellos.

“Yo soy asmática. Para evitar que yo me fuera a complicar, se hizo un protocolo. Desde que entraban por la puerta tenían que desinfectarse. Ellos mismos aprendieron. Yo les hablé claro. Les dije: ‘Quizás a ustedes no les pase nada, pero abuela tiene una condición en los pulmones que sí se puede afectar’. Y ellos han aprendido a tomar sus precauciones”, dijo María al mencionar que, definitivamente, en este momento no llevaría a sus nietos a la escuela si la reabrieran.

Foto por Esteban Morales Neris | Centro de Periodismo Investigativo La nieta de María Delgado, conectada a su clase.

La epidemióloga clínica Roberta Lugo Robles subrayó que los planteles escolares no están listos, principalmente los de la región sur que fueron afectados por los terremotos en enero del 2020. Del total de 857 escuelas públicas, 306 se encuentran parcialmente o no aptas para operar.

“La reapertura de escuelas es el escenario perfecto para lo que serían los próximos tipos de brotes. Si no se llevan las medidas de protección y de distanciamiento, va a haber brotes”, puntualizó Lugo Robles.

Los Centros para la Detección y Control de Enfermedades (CDC) recomiendan que para reabrir una escuela debe haber una tasa de positividad menor a 5% por al menos 14 días. La tasa de positividad se define como el número de casos confirmados entre la cantidad de pruebas realizadas, según la OMS. “Además, se debe tener una capacidad para hacer muestras bastante robusta per cápita (por persona), y tener un sistema de rastreo e identificación de casos”, añadió la epidemióloga. 

La doctora explicó que en los niños no se están viendo complicaciones graves como en los adultos mayores tales como respiratorias, cardiovasculares y neurológicas. Sin embargo, se está desarrollando en los menores el síndrome de Kawasaki, una enfermedad inflamatoria que causa hinchazón y enrojecimiento en los vasos sanguíneos. Al reto de la pandemia, se le suma, en septiembre, la temporada de la influenza.

“No es abrir y comenzar las clases. Es mantener a los maestros, niños, y familias seguras, incluidos los abuelos”, puntualizó.

Portadores que no se detectan

Muchos científicos han estudiado cómo se manifiesta el COVID-19 en los niños ya que en la mayoría de los casos la infección no implica síntomas graves ni a consecuencias mortales.

El estudio SARS-CoV-2 pediátrico: presentación clínica, infectividad y respuestas inmunitarias de la Universidad de Harvard, publicado a finales de agosto en la revista científica The Journal of Pediatrics, concluyó que los niños pueden ser una fuente potencial de contagio en la pandemia a pesar de experimentar una enfermedad más leve o la ausencia de síntomas.

La investigación analizó “los casos de 192 niños y jóvenes, de 0 a 22 años, en la que 49 dieron positivo al COVID-19 y otros 18 niños tuvieron una enfermedad de aparición tardía relacionada con el virus”, según la publicación. Los resultados demostraron que los menores infectados tenían un nivel más alto de virus en sus vías respiratorias que los adultos hospitalizados.

Los pediatras sugieren que los niños pueden portar cargas virales elevadas lo que debería ser una consideración para la reapertura de las escuelas y guarderías. Asimismo, la investigación anticipa que la identificación de contagios será más difícil durante la temporada de influenza, durante los meses de otoño e invierno.

“Sin medidas de control de infecciones como estas, existe un riesgo significativo de que la pandemia persista y los niños puedan llevar el virus al hogar, exponiendo a los adultos que tienen un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad grave. Este riesgo es particularmente alto en las comunidades de bajos ingresos donde el tamaño de la familia  puede ser más grande con una cohabitación multigeneracional y una mayor densidad de viviendas”, sostuvieron los autores del artículo científico.

“Los niños son un foco de infección fuerte. Si tú tienes más virus, la cantidad de personas que puedes infectar en menos cantidad de tiempo es mayor”, señaló el doctor José Rodríguez Orengo, director del Fideicomiso de Salud Pública de Puerto Rico, sobre el estudio del hospital Mass General de Harvard.  

El 85% de las muertes por COVID-19 en Puerto Rico son de personas mayores de 60 años, explicó el galeno. Los niños podrían traspasar el virus a sus abuelos quienes enfrentarían graves consecuencias. “Lo que estamos viendo es que la cantidad de muestras [pruebas positivas] de niños de 0 a 19 años está aumentando”, agregó Rodríguez Orengo.

Plan para las escuelas públicas del país

Según datos del Departamento de Educación, solo 113,988 estudiantes de 199,224 alumnos (57.2%) que completaron el estudio de viabilidad realizado del 17 al 21 de agosto contaban con computadoras e internet en sus hogares. La agencia tiene matriculados a 281,577 en las escuelas públicas para el año escolar 2020-2021.

Los maestros de cada salón hogar debían contactar a las familias para conocer las necesidades de sus estudiantes. El Departamento de Educación estableció varias alternativas para educar durante este primer semestre escolar. Entre ellas, Microsoft Teams, cursos en línea, módulos didácticos y la programación educativa a través de WIPR.

“Esos datos reflejan que 99,600 utilizarán los módulos, 128,138 Teams, 16,358 cursos en línea y 9,896 la teleducación. En comunicación oficial antes del regreso a clases, el Secretario de Educación instruyó a los directores a que cada comunidad escolar determinará qué opción educativa establecería en su escuela”, indicó el oficial de prensa del departamento, Aniel Bigio, mediante comunicación escrita.

Bigio expresó que las familias que no logren comunicación con los maestros, los padres o encargados deben acudir a la escuela para apoyo, ya sea en tecnología o para obtener ayuda con los módulos.

El profesor Sánchez Lugo, por su parte, propuso identificar a las personas que acompañan a los jóvenes, en especial si son de edad avanzada, y que los bibliotecarios, que tienen todas las competencias, adiestren a los abuelos en un ambiente seguro en la biblioteca escolar, con 10 a 15 personas por sesión.

Este medio intentó entrevistar a Hernández Pérez, sin embargo, este no quiso ofrecer expresiones sobre los abuelos que han tenido que asumir la crianza y la educación de los niños tras la pandemia.

El Dr. Rodríguez Orengo, indicó que para que ocurra una reapertura en algún sistema educativo, se debe tener las pruebas disponibles por si ocurre un brote. Igualmente, recomendó “que haya una coordinación total entre el epidemiólogo que esté haciendo el rastreo de contactos en el municipio y las escuelas”.

“Tener un sistema de rastreo del municipio con todas las escuelas que hay en ese municipio, que haya una comunicación directa y haya reportes diarios”, agregó el doctor Rodríguez Orengo.

Muchos países han incorporado las estaciones para el lavado de manos, el distanciamiento físico, el uso de mascarilla y la comprobación de la temperatura en la rutina escolar. La Academia Americana de Pediatría recomienda utilizar un enfoque escalonado para mantener seguros a los estudiantes, profesores, personal de la escuela y familia a la hora retornar a las escuelas cuando la comunidad tenga bajo control la propagación del COVID-19.

Estresantes las responsabilidades de ser madres y padres en segunda ronda

El libro Abuelo y Abuelas… Padres y Madres en Segunda Ronda, una población en aumento en nuestro país, escrito por las trabajadoras sociales Amarillys Alvarado Guzmán e Inés Rivera Colón, explica que los abuelos que crían tienen que asumir responsabilidades y responder a necesidades básicas de sus nietos, tanto físicas, como sociales y emocionales, que provocan ajustes personales y económicos.

Las autoras, con más de 30 años de experiencia en el Departamento de Educación, establecen que la gran mayoría de los abuelos “echan a un lado el cuidado de su salud, para atender las necesidades de sus nietos”. Asimismo, enumeran las razones por las cuales los menores llegan a su cargo: “maltrato, negligencia, abuso sexual, divorcio, problemas financieros, abuso de drogas o alcohol, discapacidad fisica o mental, encarcelamiento, suicidio, enfermedades terminales, asesinatos por violencia doméstica, y pobreza”.

“Culturalmente, estamos acostumbrados a que los abuelos críen. Muchos de ellos carecen de recursos y tienen condiciones de salud complicadas”, sostuvo Alvarado Guzmán, trabajadora social especializada en Educación Especial.

Un 65% de la población de abuelos que viven en la misma casa o están a cargo de los niños son féminas, según la Encuesta de la Comunidad en 2018. Puerto Rico ha normalizado históricamente que sean las mujeres quienes se encarguen de las tareas del hogar, incluyendo la educación y cuidado de los niños y adolescentes. Limpiar la casa, cocinar, hacer compra y atender necesidades de los menores son trabajos que, en la mayoría de los casos, no son remunerados. El género juega un rol principal en la distribución de responsabilidades ya que al no existir un balance, las mujeres tienen que asumir el papel más difícil y agotador.  

“Hemos observado que tiene un efecto abrumador en las mujeres que son cuidadoras y protectoras en los hogares. Adicional a ser súper mamás y hacer todo lo que se les pide, se les exige mantener cordura y que no enseñen sus emociones y debilidades enfrente de su familia. Se nos pide que seamos multifacéticas. Definitivamente, [la educación en línea] se ha vuelto otro factor que violenta la salud de las mujeres cuidadoras en Puerto Rico”, subrayó la directora de Comunicación de la organización feminista Taller Salud, Alexandra Figueroa Miranda.

Por otra parte, Figueroa Miranda recalcó que la brecha digital, evidenciada por la pandemia, tiene un componente de género esencial. Explicó que al tener que asumir tantas tareas, las mujeres no tienen el tiempo para aprender a utilizar distintas tecnologías.

“De momento, se encuentran teniendo que aprender programas para educar a sus hijos y, a la misma vez, están rindiendo doble, triple o cuatro jornadas. Intentan trabajar, mantener la casa y asegurar la salubridad y bienestar de sus hijos. Tienen que duplicar sus esfuerzos cuando hablamos de la educación de sus hijos e hijas”, explicó Figueroa Miranda.

Alvarado Guzmán y Rivera Colón han tenido que ayudar a sus hijas y familia en la crianza de sus niños. En la entrevista, recalcaron las condiciones económicas precarias de muchos abuelos, a quienes no le rinden las ayudas económicas federales, si es que los padres de los jóvenes habían cotizado para el seguro social.

La directora ejecutiva del Instituto de Desarrollo de la Juventud, Amanda Rivera Flores, sostuvo que esta población de abuelos a cargo enfrenta la invisibilidad.

“Hay una condición limitada de sus padres, entonces abuela y abuelo no tienen más remedio que entrar para apoyar a los niños. Hemos podido ver que en el 68% de estos hogares [donde la cabeza de la familia es el abuelo] los padres están presentes. Es más un asunto de estabilidad económica en el hogar”, argumentó, por su parte, Arroyo Quijano.

Claramente, cae sobre sus hombros la carga financiera relacionada a alimentos, hogar, ropa, guardería, estudios, entre otros gastos. La media de ingresos de los hogares de abuelos cuidadores es de $22,300 al año. El 65.8% de los abuelos está fuera de la fuerza laboral, lo que significa menos ingresos, según datos del Instituto. Además, 55.4% se encuentra bajo el nivel de pobreza. La trabajadora social Rivera Colón explicó que muchas abuelas al no tener legalmente la custodia de sus nietos, no tienen cómo exigir la pensión de sus padres.

Por otro lado, Rivera Flores señaló que la preparación y presupuesto económico para preparar alimentos para los menores es otra carga que impacta el cúmulo de tareas de los abuelos. Muchos estudiantes del sistema de educación pública dependían del comedor escolar, que ofrecía desayunos y almuerzos. Los abuelos que no tengan vehículos o vivan lejos de los planteles escolares están limitados a acceder a este servicio. Además, los adultos mayores que no tengan dónde dejar a los niños mientras recogen el almuerzo, tendrían que dejarlos solos.

“Nosotros no nos acogimos a ese servicio. Yo no tengo carro y sería imposible ir a buscarlos”, respondió María sobre los almuerzos que está entregando el Departamento de Educación en cada escuela.

A estas limitaciones económicas, se le suman las condiciones médicas y emocionales del   proceso de criar. El director de la Asociación Americana de Personas Retiradas (AARP, en inglés), José A. Acarón, advirtió que muchos abuelos prefieren pagarle los materiales a sus niños que pagar sus propios tratamientos médicos.

“Si los abuelos están en buenas condiciones económicas, el bienestar del niño aumenta. Nuestra gente mayor vive por sus nietos. La razón de ser de muchos de ellos es ayudar a sus nietos, pero ese legado puede ser muy pesado si tienes la responsabilidad completa”, destacó Acarón.

El director de AARP mencionó que entre los retos de esta población están la falta de ingresos, la necesidad de destrezas para manejar las nuevas tecnologías, problemas de transportación, el deterioro de la salud y la limitación en el acceso a tratamientos médicos, así como la reducción en sus niveles de energía para seguirle el ritmo a los menores.

El encierro ha provocado en la salud mental de las personas de edad avanzada muchas dificultades. “Con tanto estrés, olvidan tomar sus medicamentos por estar pendiente de los nietos”, agregó el doctor Acarón.

“Mi peso es fuerte, pero sé de muchos abuelos que tienen pesos más fuertes. Debemos empujar unos cambios necesarios en las políticas públicas del país”, insistió, por su parte, Natividad.

Esta historia se publica en Metro gracias a una alianza con el Centro de Periodismo Investigativo. Puede acceder la historia original AQUÍ.

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