Hay que celebrar que estamos llegando a viejos. Eso no pasaba antes. Por ejemplo, según datos demográficos de la Universidad de California en Berkeley, en 1918, la expectativa de vida de los hombres en los Estados Unidos era 36 años y 42 en las mujeres. Si eres una persona muy joven y ni te imaginas cómo serás cuando seas vieja, es momento de repensarlo porque estamos viviendo más del doble de lo que vivían los humanos hace 100 años.
¡Hay que aprovechar esto! La meta debe ser llegar a viejo lo mejor posible, con todos los cambios en nuestro cuerpo que ello trae y las condiciones de salud que tendremos con la edad. Poder hacer algo tan sencillo como doblarnos a recoger el tenedor del piso cuando estamos comiendo. Poder caminar, bailar, conversar, reír, tener fuerza para sentarnos y levantarnos de la cama o los asientos y ser independientes.
Necesitamos preparar el cuerpo y la mente desde jóvenes para la etapa de viejos. Antes de vivir en civilización, nuestros antepasados tenían que salir a cazar para obtener proteína para los músculos o conseguir pieles para abrigarse. También había que caminar hasta el río para obtener agua, sembrar pa’ cosechar en la finca y poder alimentar a la familia. Estas actividades obligaban a la gente a estar en movimiento. Y eso fortalecía el cuerpo y ocupaba la mente.
Ahora, hacemos compra online moviendo par de dedos. Vamos en carro al supermercado y encontramos todo lo que queremos allí. Y si no tenemos hábitos de sana alimentación ni “tiempo” para preparar alimentos en casa, visitamos los fast foods de forma regular y “asunto resuelto” por el momento.
El deseo de estar más cómodos y la abundancia de alimentos hoy día nos hace sedentarios y comer de más. Tratamos al cuerpo como si fuera un almacén de comida y después no sabemos cómo manejarla. Ahí entran en nuestra vida la diabetes tipo 2, aterosclerosis (es una enfermedad en la que se deposita placa dentro de las arterias. Puede causar ataque cardíaco, derrames e, incluso, la muerte) o nos sube la presión. Todas estas enfermedades las podemos retrasar o prevenir con un estilo de vida saludable. Si se tienen, hay que atenderlas, manejarlas y controlarlas. Sin embargo, cuando vivimos sin cuidarnos, sufrimos en la vejez los estragos del maltrato que nos dimos en la juventud.
Tú puedes regalarte una vejez activa y productiva. Se logra con actividad física para fortalecer los músculos, los huesitos y liberar el estrés. Alimentación sana y balanceada, buena higiene, evitar el abuso de drogas, alcohol o fumar tabaco. Hacerte chequeos médicos preventivos o continuos, como se supone que hagamos con nuestros carros para que nos duren años. Divertirnos, tener aprendizaje constante, amor propio, gratitud, pasarla bien y procurar tener descanso adecuado. ¡Leer o viajar!
Algunos de nosotros hemos tenido el privilegio de ver a nuestros abuelos o padres guiando a los 80 años, trabajando todavía con pasión, sembrando frutos en el campo, haciendo fila en el banco o en el correo, pasando la cortadora de grama y haciendo cerquillos con el machete como pasatiempo. Ellos saben cómo continuar activos. Tienen una vida con propósito, valoran el trabajo, poder moverse, hablar con la gente, compartir su sabiduría y tener libertad.
Se trata de vivir bien en todas nuestras etapas, celebrar que hay vida pa’ buen rato. Yo quiero vivir 110 años lo más sana posible, ¿y tú?